En una gran iglesia, no se conoce en qué lugar, muchos pastores asistían a un homenaje de veneración y respeto a nuestro Señor Jesucristo.
En aquella reunión estaban muchos teólogos y maestros de la Palabra de Dios. Numerosas personas se aglomeraban muy cómodamente y de manera organizada; familias, esposos, hijos, todos unánimes en un mismo sentir.
Estaban sobre el pulpito muchos predicadores, evangelistas, críticos del evangelio, grandes siervos de Dios, apóstoles y profetas, participando en dicha reunión.
De repente empezó la alabanza y la adoración. Conformes y de acuerdo con la aclamación se situaron muchos en fila sobre el púlpito. Al final de la línea se hallaba una niña. Luego de la pausa, en medio de un silencio tenue, quien dirigía el culto empezó a interrogar con una sola pregunta a cada uno de estos siervos de Dios.
La cuestión de la pregunta para todos era:
- ¿Quién es para Ud. Jesucristo de Nazareth?.
Todos querían empezar a hablar, predicadores, evangelistas, críticos e Investigadores de la Palabra de Dios, apóstoles, profetas y al fondo en lo último de la fila, la niña, quien continuaba observando la algarabía de ser el primero en responder.
Uno a uno empezó a responder cada uno de los mayores. Daban testimonio de nuestro Señor; Unos decían que El nos salvo y nos llamó con llamamiento santo, que somos participes de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios, que El es poderoso y guarda depósito para aquel día.
Todos querían reforzar sus respuestas, agregando más y más de la Palabra de Dios. Sumaban, complementaban, añadían, adicionaban sus replicas y objeciones, tanto así que el tiempo pasaba y pasaba, hasta limarse el final. Después del tiempo, después de escuchar los retoques, y escuchar perfeccionarse sus argumentos, le correspondió hablar a la niña.
Bajo la mirada penetrante de quien dirigía el culto, bajo la expectativa de las personas que estaban allí, la niña se limitó a responder: -Solo sé que…, EL VIVE- ¡!....
Así es. Dos palabras resumían lo que habían expuesto los mayores. Los niños a veces ven lo que no podemos entender. La niña apenas empezaba a leer la Palabra de Dios y al final nos dice: -El Vive-. Muchos de nosotros aún no terminamos de conocer a Nuestro Señor Jesucristo, y repetimos lo que leemos, pero en ocasiones no le damos la convicción necesaria de que Jesús vive.
El está vivo, una respuesta profundamente sabia para aquellos que discuten y tratan de abarcar la Palabra de Dios con muchos adornos sobre la mesa. Disfruta el pan que a diario Jesús te da, y dalo de comer a quien lo necesite.
Bendiciones en Cristo Jesús.
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