domingo, 27 de marzo de 2016

ISRAEL, LA NACIÓN DE DIOS

Quiero sacar del texto en Jeremías 12, una serie de interrogantes que nosotros nos hacemos en ocasiones; todas estas inquietantes preguntas que hace el profeta, las encontramos en los Salmos y atraviesan también el libro de Job. Vamos a leerlas con detenimiento y poco a poco encontraremos una chispa de revelación.
La respuesta divina de Dios es una invitación a superar el desaliento y el temor. Si no somos capaces de afrontar pruebas pequeñas, mucho menos estaremos en condiciones de afrontar verdaderos peligros.
El profeta se dirige a Dios
12
Señor, si me pongo a discutir contigo,
tú siempre tienes la razón;
y sin embargo quisiera preguntarte
el porqué de algunas cosas.
¿Por qué les va bien a los malvados?
¿Por qué viven tranquilos los traidores?
Tú los plantas,
y ellos echan raíces, y crecen y dan fruto.
De labios para afuera, te tienen cerca,
pero en su interior están lejos de ti.
Tú, en cambio, Señor, me conoces;
tú me ves y sabes
cuáles son mis sentimientos hacia ti.
¡Llévate a esa gente como ovejas al matadero;
márcalos para el día de la matanza!
¿Hasta cuándo va a estar seca la tierra
y marchita la hierba de los campos?
Los animales y las aves se están muriendo
por la maldad de los habitantes del país,
que piensan que no ves lo que ellos hacen.
Respuesta de Dios
“Si tanto te cansas corriendo contra gente de a pie,
¿cómo podrás competir con gente de a caballo?
En terreno seguro te sientes tranquilo,
¿pero qué harás en la espesura del Jordán?
Aun tus hermanos, los de tu propia familia,
te han traicionado,
y a gritos te insultan a tus espaldas.
No confíes en ellos,
ni aunque te hablen con buenas palabras.

Tristeza del Señor por la suerte de su pueblo
“He abandonado a mi pueblo,
he rechazado a la que fue mi posesión.
He puesto en manos de sus enemigos
a la nación que yo tanto amaba.
Este pueblo, que fue mi posesión,
es ahora para mí como un león en la selva;
ruge contra mí, por eso lo aborrezco.
Mi pueblo es como un ave de bello plumaje,
a la que otras aves atacan.
¡Vengan, todos los animales salvajes;
júntense a darse su banquete!
Muchos jefes enemigos han destruido mi viñedo,
han pisoteado mi campo.
Han convertido en desolado desierto
el terreno que yo más quiero.
Lo dejaron desierto y desolado,
y yo lo veo lamentarse.
Todo el país está desierto,
pero a nadie le preocupa.
Por todas las lomas del desierto
vinieron hombres violentos,
porque yo, el Señor, tengo una espada
que destruirá el país de extremo a extremo,
y no habrá paz para ninguno.
Sembraron trigo y cosecharon espinos;
todos sus trabajos fueron vanos.
La cosecha fue un fracaso
por causa de mi ardiente ira.”
Promesas del Señor a los pueblos vecinos de Israel

Así dice el Señor acerca de los pueblos malvados, vecinos de Israel, que han destruido la tierra que él dio como herencia a su pueblo Israel: “Yo los arrancaré de sus tierras, y sacaré a Judá de en medio de ellos. Pero después de arrancarlos volveré a tener compasión de ellos, y los haré regresar a su propia tierra y a su propio país. Ciertamente ellos enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, pero ahora podrán establecerse en medio de mi pueblo, si de veras aceptan la religión de mi pueblo y juran por mi nombre diciendo: ‘Por la vida del Señor.’ Pero a la nación que no me obedezca, la arrancaré de raíz y la destruiré. Yo, el Señor, lo afirmo.”

Dios los continúe bendiciendo.